Los Dos Hermanos : Abelardo e Isidro

Quick note. Basically, I was gone because I had to study a lot for two specific exams. I am waiting to hear about the third, but I’m on vacation now and one of my goals is to catch up on writing. I did have things come to mind and I would jot down the skeleton of the idea. Well, here I am now fleshing them out. I’ll say more on a blog post, this is something I want to include in a novel. 


A Abelardo nunca le había gustado como se vestía Isidro. Se le hacía como que presumía su feminidad sin cruzar a usar vestido de mujeres. Se ponía anillos, collares, artículos de oro y plata que usaban los otros hombres del pueblo para presumir su dinero, pero la manera en que Isidro los portaba llamaba más la atención a sus manierismos. Cuando se lo reclamaba Abelardo, Isidro contestaba que era su manera de anunciar su negocio. Aparte de ser como juez del pueblo, Isidro vendía hoyas, compradas en Morelia, a donde Isidro se desaparecía cada cuánto.

Y Abelardo no podía negar que Isidro era un buen tío. Sus hijas lo adoraban. Su madre siempre le había pedido que cuidara a su hermano, y así llego a hacer Isidro el padrino de sus dos hijas. Para sus bautizos, a cada una le regalo una cadena lujosa, y cada cumpleaños les tocaba una que otra hoya de su padrino.

De niños, a los dos les toco trabajar en los campos y ayudar a la familia con el ganado. Ya de adolescentes, todavía les tocaba ayudar, pero mientras Abelardo salía con sus amigos, Isidro se quedaba en casa, estudiando. Abelardo y sus amigos iban a los pueblos cercanos a perder los nervios con otras mujeres, antes de que sean de edad para pedir la mano a las novias del pueblo. A Isidro lo invitaban, pero él les decía que se quería ir a estudiar en la universidad de México, así que se quedaba atrás. En verdad, ya veía que por más que los jóvenes del pueblo chuleaban a una chica, a él no le gustaban. Se fue escondiendo en sus libros, con el meta de salir del pueblo y nunca regresar.

Pero esos metas no se lograron. Para continuar sus estudios y hacerse candidato para las universidades, Isidro tenía que salir del pueblo e irse a las ciudades para estudiar. Si su padre hubiera vivido, quizá lo hubiera apoyado. Pero a él lo mataron una noche, cuando ya tomados, dos hombres del pueblo se pelearon. Sacaron pistolas los dos, pero no atinaron ni el uno al otro, y una bala perdida se colocó en el estómago del señor. No hubo tiempo de buscar médico y a Isidro y Abelardo les toco hacerse los encargados de su madre y los terrenos y ganado que les dejo su padre. En vez de salir a las universidades, Isidro termino una carrera simple para ser notario público.

Y fue así, como notario público, que la gente del pueblo lo empezó a llamar el juez del pueblo. Aunque eso le decían, su puesto era simple: firmar papeles, sellar los y someter los al gobierno del estado para registración oficial. Le iba bien, ya que cada vez que trían otro crio a este mundo, a los padres del pueblo les tocaba pagarle a Isidro doble, primero para el acta de nacimiento y después para las hoyas del bautizo. Y también les tocaba ir con Isidro al fallecer los padres, para notarizar el adueñamiento de los terrenos. Tan poco se metía el gobierno en San Jerónimo, que llegaron a considerar a Isidro el representante del gobierno de Michoacán, y así le aumentaban la influencia que tenía.

Mientras su hermano seguía su carrera, Abelardo le dio por buscar la riqueza. Esas noches de adolescente que salía con sus amigos, se encontraban con los meros meros de la región. Entre los amigos se susurraban el nombre del cartel, pero no se atrevían a acercarse. Abelardo se les quedaba viendo de lejos, con envidia en los ojos. Las mujeres que los rodeaban, los tragos que se echaban, carros, ropo, hoyas, todo fino y hasta sus armas chapadas en oro, cada detalle lo notaba Abelardo y se visualizaba en ese mundo. Se dio cuenta cuando y a donde salían esos hombres a patrocinar y los empezó a conocer. Después de un tiempo lo empezaron a usar para mandados al norte, cada vez más lejos. Y así avanzo a su primera cruzada de la frontera, con su carga de armas compradas legalmente en Texas y transportadas ilegalmente a México. Al regresar al pueblo, con la cartera llena, le pidió la mano de Rosa a Don Ignacio y se hizo una gran boda. A los tres padres, que por la voluntad de dios seguían con vida, les toco también estrenar trajes y vestidos, tanto quería presumir Abelardo sus nuevas riquezas.

Si así terminaba la historia, ni la estuviera contando. Obvio que a la Señora Asunción no lo encantaba que su hijo se metiera en ese mundo. Y cuando se dio cuenta de lo que hacía Abelardo, le rogaba que se saliera, aunque ya era muy tarde para quebrar con sus amistades, como los llamaba Abelardo. Se ponía a llorar cuando Abelardo le decía que se iba a un mandado, hasta que se cansó Abelardo de los llantos y le alzo la voz, de manera firme pero con todo respeto, que ya no quería escuchar estas preocupaciones. Con él se los callo. Se iba a casa de Isidro cuando Abelardo salía del pueblo, para seguir so otra preocupación. A Isidro le decía que lo quería ver casado antes de que ella se muriera. Ni Abelardo dejo de trabajar con los narcotraficantes, ni Isidro se casó, y fue así como los nervios la mataron.

Este no se trata del narcotráfico, así que bastante con decir que, en San Jerónimo, se fue metiendo más el narcotráfico, y así disminuyo la influencia del gobierno oficial. Si es cierto que el narco no siempre jode al pueblo, ya que terminaron la carretera a San Jerónimo y a la escuela le construyeron un nuevo edificio, eso típico que se escucha en las series de narcos. Pero también buscaban reemplazar a gente en posiciones oficiales con su gente, sean comprados o colegas. Y por eso se le acercaron a Isidro. Ya tenían a un hermano en la nómina, no pensaban que el otro se les negara.

Quizá pensaba Isidro que Abelardo lo iba proteger contra sus socias. Hasta que le taparon la boca, le rogaba a su hermano. Invocaba el nombre de su madre, de sus sobrinas, pero Abelardo sabía que ya había poco que podía hacer por su hermano. Le había advertido que lo iban a querer sobornar, que, si no quería estar en este negocio se tenia que ir, pero que él no lo podía ayudar. Pero ni esfuerzo izo Abelardo, y estaba con sus socios cuando asaltaran a Isidro en la carretera, iba de regreso de Morelia. Les pido nada mas que lo mataran rápido y que lo enterraran con las hoyas que traía puestos. Pues es que por fin se pudo deshacer de esas hoyas, y les dijo a sus socios, “Se van a ver como un par de maricas si los usan ustedes. Mejor entiérrenlas.”